domingo, 15 de junio de 2014

ESPECIAL DIA DEL PADRE


































Cuadro: Hacia adonde vamos.
Autor: Orlando Materán Alfonzo


PADRE


Tu voz toca mi ventana
al amanecer…

Encuentro el ejemplo
en luz que irradia el nuevo día…

Busco fortaleza en ti…
para crecer en digno caminar.

Recuerdos acortan distancias.

Hilos adornan tu cabello y
alumbran mis horas.

Eres bendición y añoranza
de tiempos que regresan
en suspiros e ilusiones…

Los días se antojan en segundos,
miedo de existir,
sin tu mano.

Sabiduría y recuerdos
no olvidados,
besan la ola
que arropó mi cuerpo.

El sol resplandece
como el día
que me enseñaste a descifrarlo.

 Padre, estás… junto a mí.

Enderezo mi cabeza,
al sentir el orgullo de tenerte
y decir
sí puedo…
tengo amigos, amores…
Pesares y alegrías.
Tu dignidad es la mía.

Gracias Padre,
por estar siempre.



Judith Villamediana


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RECADO PARA EL AUSENTE

Padre: ven a mi lado. Vístete de blanco,
como solías hacerlo por las tardes.
Duerme cada una de tus cejas,
al lado de los sueños.
Hay una lámpara que me dice que allí estás.
No me dejes afuera, padre.
Da mucha soledad. Da mucho frío.
He venido desde lejos. Desde lejos.
Todo me duele por este camino largo
donde el viento,
Otra vez el viento,
azotaba las nubes, echaba a volar las ramas,
rizaba el agua, de pronto se elevaba,
y caía como un golpe terrible sobre el mar.

Ahora no sé sí empezar otra vez,
o terminar lo poco que me queda.
Bien poco, padre.
Sólo mi rebeldía.
El último acto.
En el que se pone uno la mano sobre el pecho
y llama, con toda su fuerza,
como desenterrando muertos
y sentándolos de frente.

Por eso, padre, buscaré cara por cara.
Tristeza por tristeza.
Hasta tocar tus huesos.
Aún cuando me digan que, al final,
tampoco allí estarás.


Marcos Ramírez Murzi

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MUERE MI PADRE

Me acuerdo claramente
del día en que mi padre
dijo que iba a morir,
como si se tratara
de comprarse otra ropa,
de hacerse otro destino,
de aprender otro idioma.

El sentía que el cuerpo amarillo de los condimentos
en la puerta de la cocina,
quedaría recostado
que el aroma de la ropa recién planchada
continuaría en su sitio,
como el crujido del país,
o el brillo de los cuchillos
en la burda alacena
con flores de caoba,
donde guardábamos el mantel
como un ángel cansado.

Pero nada de esto podía detenerlo.

Recuerdo claramente
que mi padre dijo que iba a morir,
como si hablara de irse para otra ciudad.


Carlos Gottberg

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